Wall Street no es Hollywood, pero también fabrica mitos. Warren Buffet, Peter Lynch, Mark Mobius o Bill Gross son algunas de sus leyendas. Se trata de profesionales que han aportado un estilo propio al mundo de la inversión. En este Olimpo bursátil también tiene su hueco James Simons. El fundador de Renaissance Technologies, una de las entidades de hedge funds más importante del mundo con cerca de 20.000 millones de dólares bajo gestión, ha comunicado que se retira en 2010. Muchos le consideran un pionero en el uso de sistemas matemáticos combinados con aplicaciones informáticas para batir el mercado. Su adiós coincide con el deseo de los reguladores de poner coto a los sistemas de inversión inteligentes (robots), que este erudito contribuyó a desarrollar, por distorsionar el comportamiento bursátil.

"Si podemos saber la órbita de un cometa, ¡cómo no vamos a predecir qué hará Citigroup en Bolsa!"
Es el paradigma del 'sueño americano': hijo de un zapatero, su sueldo en 2008 fue de 2.500 millones
La vida de Simons encaja como un guante en el mito del sueño americano. Hijo de un zapatero, nació hace 71 años en los suburbios de Boston. Dotado con una habilidad innata para los números, colaboró con el Departamento de Defensa descifrando códigos secretos. Además, obtuvo el Premio Veblen, la mayor distinción en el ámbito de la geometría, con sólo 38 años. Antes de fundar Renaissance, Simons fue presidente del Departamento de Matemáticas de la Universidad Stony Brook. En esta época tuvo el primer contacto con el mercado invirtiendo parte de sus ahorros en la compraventa de divisas.
En 1978 abandonó el mundo académico para fundar su firma de inversiones, bautizada como Limroy, embrión de la actual Renaissance. Simons se rodeó desde el principio de talento puro. Sus ofertas de empleo no iban dirigidas a licenciados en Económicas o Derecho de Harvard o Yale sino a matemáticos, astrofísicos e informáticos paridos por centros como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
El secretismo en torno a cómo desarrolla Renaissance sus programas de inversión es similar al que rodea a la fórmula de la Coca-Cola. El campus de 20 hectáreas levantado por la gestora en Nueva York es un búnker a prueba de filtraciones. Simons prefiere participar en foros matemáticos antes que pisar Wall Street. Lo único que se conoce son generalidades aplicables a todos los fondos que siguen un modelo de inversión cuántico. Es decir, con el uso de algoritmos y series estadísticas. Estos fondos intentan lograr dos objetivos: anticiparse a lo que hará el mercado basándose en patrones de comportamiento repetidos en el pasado y rastrear ineficiencias en la formación de precios para arañar rentabilidades a muy corto plazo.

Simons ha confiado siempre en la inteligencia del ser humano. "Si podemos predecir la órbita de un cometa, ¡cómo no vamos a ser capaces de predecir la evolución de las acciones de Citigroup!", explicó a la revista Bloomberg Markets en enero de 2008.
El fondo estrella de Renaissance es Medallion. Lanzado en 1988, nunca ha cerrado un año en pérdidas, acumula una rentabilidad media anual del 30% y en un ejercicio tan malo para el mercado como fue 2008 logró una rentabilidad del 80%, lo que convirtió a Simons, gracias a las altas comisiones de éxito que cobra, en el gestor mejor pagado del mundo con unos ingresos de 2.500 millones de dólares, según la revista Alpha Magazine.

El éxito de Medallion llevó a que este matemático metido a inversor a reducir drásticamente el tamaño del fondo en 2005, devolviendo el dinero a buena parte de sus clientes. Medallion sólo gestiona ahora el dinero de los 300 empleados de la gestora. Para contentar a los expulsados, creó dos nuevos fondos llamados Reinaissance Institutional Equity Fund (RIEF) y Renaissance Institutional Futures Fund (RIFF). La crisis ha lastrado el despegue de estos productos. RIEF cayó un 16% en 2008 y en 2009 perdía un 9,5% hasta septiembre. RIFF cedió un 12% el pasado año y éste sólo gana un 1,6%. En un reciente artículo, The New York Times señalaba que a pesar de este borrón en su historial (también cayó en la trampa de Bernard Madoff) muchos en Wall Street siguen pensando que Simons tiene "un talento sobrenatural para hacer dinero".

Aparte de incrementar su cuenta corriente y la de muchos de sus clientes, Simons ha contribuido al desembarco de las matemáticas en los mercados financieros. Su aportación, junto con el desarrollo tecnológico, han disparado el uso de las estrategias cuánticas. De hecho, la consultora TABB Group prevé que en 2010 la gestión algorítmica suponga el 50% del volumen de negociación en Estados Unidos.
Semejante proliferación de los sistemas inteligentes de inversión despierta recelos entre los gestores tradicionales y los reguladores. Los primeros critican que el repunte de la volatilidad en los mercados durante la crisis económica ha dejado en evidencia las lagunas de los sistemas estadísticos. Por su parte, los supervisores bursátiles advierten que el uso masivo de órdenes automáticas (no sólo las utilizan los hedge funds, también las mesas de tesorería de los bancos) puede distorsionar el mercado y manejarlo a su antojo. Los robots programados con algoritmos pueden comprar y vender acciones con una velocidad mil veces superior al parpadeo del ojo humano.

La SEC, el supervisor estadounidense, está siendo el más activo en la presión sobre los hedge funds. Su penúltima cruzada se centra en la prohibición de las denominadas flash orders. Este sistema permite a las Bolsas y a las plataformas bursátiles alternativas proporcionar información sobre el libro de órdenes a determinados inversores con la tecnología adecuada una fracción de segundo antes que al resto de participantes en el mercado.

El cerco contra los sistemas de inversión inteligentes pilla a Simons de retirada. La mayor parte de su fortuna personal ha sido destinada a su fundación familiar, volcada en la investigación científica y la educación matemática. Después de dejar los mandos de Renaissance, piensa dedicar más tiempo a comprender las causas del autismo. Quién sabe si su nueva aventura volverá a echar mano de los logaritmos.

Fuente: Elpais

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