Imagine que sólo pudiese hacer dos operaciones al día y que sólo pudiese operar con un apalancamiento máximo de ×2.
Una vez que ha hecho esas dos operaciones, ya ha terminado ese día.
¿Qué ocurriría?
Tendría que ser muy selectivo en su elección de las operaciones. Eso quiere decir que tendría que ser extremadamente paciente y disciplinado.
Tendría que concentrarse en identificar los movimientos más grandes en un día. Eso supone que tendría que centrarse completamente en el mercado, concentrándose sólo en los datos más relevantes.
Tendría que mantener sus posiciones ganadoras y asegurarse de que todas las operaciones tuviesen un ratio de rentabilidad sobre riesgo muy bueno porque no tendría más oportunidades para operar durante el resto del día.
Tendría que operar sólo cuando los patrones en el mercado saltasen a la vista, dándole la mayor confianza posible.
Es una cuestión de oferta y demanda. Si la oferta de operaciones posibles disminuye, cada operación se vuelve más valiosa para el trader.
¿Podríamos muchos de nosotros descubrir quiénes somos como traders – es decir, lo que hacemos mejor – si limitásemos estrictamente el número de operaciones que realizásemos? En ese punto, tendríamos que ser lo mejor que pudiésemos ser, porque no tendríamos otra oportunidad en los mercados.
Tal vez esto sea cierto en la vida misma: la conciencia de lo limitado de nuestro tiempo en la tierra hace que valoremos más cada día, haciendo que vivamos la vida al máximo.
Sin una cierta percepción de escasez, todas las mercancías pierden valor.
Fuente: Cárpatos